sábado, 11 de abril de 2020

El confinamiento y la música

Los días que vivimos son duros, y lo  duro endurece, nos hace más fuertes. Lo más duro del confinamiento es la carga emocional que presenta la incertidumbre,  el miedo, la tristeza, la rabia. De modo que la forma en la que vamos a fortalecernos también va a ser emocional. Y la fortaleza emocional no es no sentir dichas emociones, sino saber gestionarlas.
La música es una fuente de emociones universal. Así que podemos usarla como quien usa unas pesas para fortalecer sus bíceps.
Propongo hacer una lista de 10 canciones que de alguna manera relaciones con cada una de las 10 emociones básicas: las cinco positivas (curiosidad, admiración, seguridad, alegría y sorpresa) y las cinco negativas (miedo, rabia, tristeza, culpa y asco).  Después escúchalas intentando generarte dicha emoción, puedes por ejemplo evocar momentos en los que te sentiste de esa manera. Puedes escucharlo tranquilamente o dejarte llevar, y bailar. Se trata de que puedas ejercer cierto control sobre las propias emociones, sobre todo las negativas, no sólo se trata de provocarlas (aunque pueda sonar paradójico) sino de gestionarlas.



Otra actividad interesante en familia, puede ser, que uno por uno escuchen una canción con cascos, y bailarlas y/o expresarlas de modo que los demás puedan adivinar la emoción que se representa, incluso adivinar la canción.
También puede hacerse un listado de canciones que podrían ser la banda sonora de la película de nuestra vida.
Propongo éstas, pero en fin,  hay multitud de actividades musicales que pueden servirnos para provocar y manejar las emociones.



Juan Ignacio Perez Aramendia Vidal 
Psicologo infanto juvenil en zaragoza

Martinez Bardají Psiocología y Salud.

jueves, 26 de diciembre de 2019

El Beneficio del "NO"


Cuando un bebé aprende que aquello que ve y huele y escucha puede cogerlo, lo primero que hace es querer comerlo, porque quiere devorar la vida de la única manera que sabe. A partir de ahí el mundo es su base de exploración. Suerte que suele haber alguien que se encarga de evitar que un bebé no haga algunas cosas, de no ser así ese bebé moriría. Por suerte alguien, vigila que ese bebé ingiera alimentos y no otras cosas y que no meta los dedos en ningún enchufe entre otras cosas, porque el exterior de uno mismo tiene sus peligros. Bienvenidos al mundo del NO, no, se puede hacer lo que quieras, no puedes conseguir todo lo que quieres, porque te puedes quemar. Y gracias a él, al no, puedes disfrutar del sí, concepto que ni siquiera existiría sin el propio no.
Durante el adiestramiento de un perro/mamífero el humano puede enseñar al animal lo que no debe hacer ofreciéndole el premio por hacerlo bien, ya sea con algún tipo de chuchería o de forma afectiva. De este modo, puede canalizar su energía para sentirse bien. Evidentemente un bebé no es un perro pero el afecto es un premio para ambos, como para cualquiera. Y negarle algo a un niño es para él dejarse de sentir querido en ese momento, del mismo modo que siente la seguridad y protección de cuando “sí” lo hace. Y yo no puedo valorar cuando me siento querido si no me han dejado de querer alguna vez. Bendito “no”, que da sentido al “sí”.


A partir de ahí el bebé puede aprender que hay de todo, lo bueno, lo malo, lo regular, y que todo tiene una forma distinta con la que uno puede manejarse, y que a veces lo pasa mejor y otras peor. Y que a veces incluso él puede decir que no. Y comienza a hablar, siendo capaz de diferenciarse de los demás, y va apareciendo para sí mismo su propia identidad, de ahí, que decir “no” sea tan estimulante para los niños, se diferencian de los demás.
Mucho oigo hablar sobre el control emocional como si en caso de ser posible fuera algo bueno. Si fuera posible decidir cuál es la emoción que sentimos…¿quién sería el guapo que decidiría en un momento dado sentir tristeza? nadie, ¿cuándo sería el momento adecuado para sentir rabia? ¿o miedo? nunca, ¿A dónde iríamos a sentir culpa? A ningún sitio…y dichas emociones quedarían extinguidas como los dinosaurios.

 Nos dedicaríamos a sentir seguridad, alegría, curiosidad etc. de continuo. El sufrimiento emocional quedaría arrinconado y olvidado. Siempre bien, emocionalmente satisfecho, bajo control. Por supuesto también desaparecerían todas las conductas que conllevan un esfuerzo y que pretenden mejorar nuestra situación, ya que estando ya satisfechos no nos moveríamos de donde estamos, ¿para qué? Además, dejaríamos de ser conscientes de dicho bienestar, ya que todo se mide por comparación y sólo podemos valorar el disfrute si conocemos la ausencia del mismo.
Por suerte existe el miedo y la seguridad, la alegría y la tristeza, el orgullo y la vergüenza, la satisfacción y la frustración, y lejos de poder controlarlo sí podemos gestionarlo, aprender de ello y utilizarlo, porque todo tiene su función.

“Como es arriba es abajo. Como es adentro es afuera.” La tabla de Esmeralda, circa 3000 a.C.

Juancho Perez-Aramendia Vidal

Psicólogo Infanto-Juvenil.

Martínez Bardají Psicología y Salud


martes, 29 de agosto de 2017

La cara humana de la adolescencia

La adolescencia es  una etapa  que asociamos fácilmente con egocentrismo, egoísmo, inconformismo, confusión, e inestabilidad emocional, sin embargo David Bainbridge, quien dijo “ser adolescente es aquello que nos convierte en seres humanos”,  adjudica a esta etapa la responsabilidad  de la condición  humana, de hecho, somos la única especie animal que requiere de una etapa en su ciclo evolutivo para la madurez, no una transición, sino una etapa en sí misma con identidad propia.

Lo cierto es que hace cientos de miles de años, cuando el simple instinto de supervivencia,  como individuo y como especie, dominaba nuestra existencia,  dejábamos de ser hijos porque nos convertíamos en padres. Nuestro desarrollo intelectual fue acomodando nuestra vida y por tanto ralentizando la urgencia, y ganamos tiempo. Tiempo, para seguir aprendiendo, y pensar más y mejor, a eso, podemos llamarlo creatividad. Tiempo para aprender de la vida y de la salud  y  alargar la vida, y poder cuidar ya no sólo de nuestros hijos, sino también a nuestros nietos. Aparece una etapa nueva en el proceso evolutivo de la persona. La adolescencia.



De 0 a 10 años creamos billones de conexiones neuronales aprendiendo del mundo que nos ofrecen habitualmente los padres y la familia, de 10 a 20 muchísimas menos y se genera una serie de desconexiones, una especie de “poda cerebral”,  las  funciones superiores y su centro se activan,  por lo que hay tiempo para una reestructuración cerebral y por tanto de activación de nuevas zonas cerebrales. Tiempo durante el cual vemos a través de nuestra propia consciencia que lo que hemos aprendido no funciona para el mundo que vemos ahora, se activan zonas cerebrales que aunque ya desarrolladas no había existido aún la necesidad de utilizar. Pero la corteza cerebral prefrontal sigue siendo inmadura, lo que hace que cueste decidir y medir las consecuencias.  Y eso genera vulnerabilidad y confusión, romanticismo, fantasía y por tanto creatividad,  ya que uno busca su propio camino, digamos que por primera vez.

Existe una promiscuidad de cara a los riesgos, drogas,  sexo precoz, descontrol de impulsos…¿son estúpidos o ignorantes?. Muchos necesitan romper con los padres, no asumir sus  normas, como  una búsqueda de identidad propia.“Hacer lo contrario a lo que conozco es la única manera que tengo de diferenciarme”, “aprender sobre el riesgo es mi única manera de aprender porque mi mundo no funciona como el de mis padres”. Se les da mal calibrar consecuencias, y quieren calibrarlas por sí mismos. Los adultos no podemos empujar a los adolescentes a ser más arriesgados pero podemos entender que es una etapa necesaria para la autorrealización del individuo.

Además de ser una etapa de sudor pelos y grasa, la adolescencia es también una fase de remodelación del cerebro, y su objetivo es crear un cerebro organizado pero flexible.


Juancho Pérez-Aramendía
Psicólogo col.núm:A-898

Martínez Bardaji psicología. 

viernes, 5 de agosto de 2016

Tecnoadicciones y socioadicciones

        La historia de la humanidad nos demuestra que la evolución tecnológica nos ha permitido hacer cada vez más cosas y de forma más cómoda y/o eficaz. Recuerdo como la película de animación “WALL-E” de Pixar, describía una sociedad tan avanzada tecnológicamente que nadie necesitaba hacer ningún esfuerzo muscular, aunque eso significara que las personas mostraran signos evidentes de sobrepeso, así como atrofia muscular y articular.   
        ¿Significa esto que la invención de la rueda y las posteriores invenciones y descubrimientos nos han perjudicado? Evidentemente no, pero sí es cierto que la tecnología mientras permite desarrollar nuevas habilidades convierte a menudo otras en innecesarias, y por tanto, o no se desarrollan, o dejan de usarse y se atrofian. ¿Cuándo se convierte el uso de la tecnología en abuso? Cuando su beneficio y su coste están descompensados. Si no hay un equilibrio entre el beneficio y el coste, el beneficio se va infravalorando progresivamente por lo que va resultando cada vez más insuficiente…y voy a querer más. Es así como se va generando una adicción.


        El ocio y la vida social son dos factores importantes y sanos  para el ser humano, en todas sus etapas, y por tanto también para el adolescente. Sin embargo, aumenta exponencialmente la preocupación de padres con hijos en esta etapa que no salen a divertirse ni a sociabilizarse y que parecen motivados sólo ante la pantalla de un ordenador, móvil o similar. Estos chicos y chicas cubren dichos factores desde casa y a bajo coste.
      Si mi forma de divertirme es, por ejemplo jugar al rugby, tengo que ponerme primero de acuerdo con otros jugadores, cumplir la normativa y conocer la técnica, preparar mi cuerpo y en el juego…esforzarme y sudar…su coste me fortalece. Si quiero tener una vida social sana tengo que salir de casa, mostrarme como soy y aceptar al de enfrente, superar miedos y tomar decisiones…su coste me vuelve a fortalecer.
 ¿Y si mi forma de divertirme y de relacionarme es desde el sofá de casa a través de una pantalla?...


Juancho Pérez-Aramendía
Psicólogo col. num: A-898

Martinez Bardaji psicología. 

lunes, 19 de octubre de 2015

Aprendizaje empírico o por experiencia:"Vivencial"

Parafraseando a Benjamín Franklin, “Si me lo enseñas, lo olvido, si lo vivo, lo aprendo”, la forma en la que hemos aprendido a vivir, y el recuerdo de dichas vivencias, conforman nuestra forma de percibir la propia vida, por eso es importante seleccionar lo que queremos vivir.

Por medio de nuestros cinco sentidos y de nuestras propias emociones en la situación que vivimos accedemos a nuestro pensamiento. La creencia sobre uno mismo, el auto-concepto, y por tanto la autoestima son nuestros mejores guías y aliados a la hora de tomar decisiones.


                En cada momento, lo que percibimos de  los demás y nuestro entorno y nuestra relación con éstos, lo que decidimos hacer, las actividades hacia las que nos inclinamos, la música que escuchamos o la ropa que vestimos, son evidencias de nuestro pensamiento, que nos producen un sentimiento u emoción, y de ahí, una conducta.
A través de las sesiones vivenciales, podemos vivir situaciones nuevas y aprender de nosotros mismos siendo analíticos con nuestras propias sensaciones y emociones.
                B.Ll. de 42 años descubrió a través del diseño de la “banda sonora original” de su propia vida su tendencia a anclarse a un pasado idílico, y desnudar por tanto su melancolía.  También descubrió escalando su capacidad de tomar decisiones parado para dar el siguiente paso, de esforzarse para darlo y el orgullo de intentarlo y/o conseguirlo.
F. Ll. y B. de . 9,7  y 8 años aprendieron a través del juego que es más divertido jugar juntos para lo que hay que respetar unas normas que distan de jugar sólo como uno quiera.
                Lo que cada uno vive en las sesiones vivenciales, es evidentemente personal y único, por tanto la decisión de compartirlo también, y aprovecharlo para el aprendizaje es una responsabilidad de todos los implicados.

Si quieres mejorar/pulir algún aspecto de tu vida de una forma vivencial, te ofrecemos una visita gratuita para explicarte en que consiste y cuales son los Beneficios.


Juancho Pérez-Aramendía.
Psicólogo col. A-898

Martinez-Bardaji Psicología.

lunes, 8 de junio de 2015

Tú decides como quieres relacionarte con el mundo y como no, con tu hijo


Durante el taller de comunicación con adolescentes del pasado viernes 29 de mayo, en la asociación 3 y más, me pidieron pautas de conducta para con sus hijos adolescentes, mi contestación fue que la conducta inadecuada viene del malestar en cualquiera de sus formas, por tanto, debemos conseguir sentirnos de la mejor manera posible, y la conducta que fluya será coherente.

El pensamiento es previo al sentimiento, y no al revés. Nuestra conducta va precedida por el sentimiento, y consecuente por lo tanto con el pensamiento, al estar alineada con el pensamiento fortalece y confirma nuestra forma de pensar, y se reproduce el ciclo: PENSAMIENTO+SENTIMIENTO+CONDUCTA+PENSAMIENTO FORTALECIDO…





Para entenderlo de otra manera podríamos utilizar el siguiente símil: El pensamiento es la semilla, el sentimiento el árbol, y la conducta el fruto, que esconde una semilla similar. 


Expliquémoslo de otra manera: en nuestro pensamiento horneamos nuestro sentimiento, en nuestro sentimiento es donde sufrimos o disfrutamos, y en nuestra conducta evidenciamos lo que sentimos.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y el modo correcto, eso ciertamente no es tan sencillo” Aristóteles. Ética a Nicómaco.

¿Cómo hacer caso a Aristóteles? El autoanálisis frecuente de los sentimientos propios y la convicción de que éstos vienen provocados por mi propio pensamiento me llevan a la siguiente conclusión: “si no me siento todo lo bien que puedo sentirme en ésta situación, no estoy pensando todo lo bien que puedo pensar”.


¿Desde qué sentimiento quiero relacionarme con mi hijo/a?


Martinez Bardají Psicología

Nos importa tu Salud!

domingo, 26 de abril de 2015

Si volviera a empezar, sin duda me haría otra vez Psicologo.


 Iba a primero de B.U.P cuando empecé a darle forma a la idea de ser psicólogo, hasta la fecha, había querido ser misionero, bombero, profesor, piloto de cazas de combate…etc. Cierto es que vivía dentro de mí cierto deseo de ayuda a los demás por lo que el mundo sanitario me atraía, además de pertenecer a una familia vinculada a la salud. Sin embargo parece que mi cerebro se resistía a memorizar fórmulas de física, química o matemáticas y las ciencias no parecían ser su fuerte, y sin embargo estaba más cómodo entre los libros de filosofía, arte o historia. Mientras tanto, los fines de semana me acercaba a un convento para ayudar en su comedor social, ”¡el Robin Hood del siglo veinte!” Me decía mi madre (rondaríamos 1990, en aquella época). Por lo visto el auxilio al prójimo me ilusionaba y enorgullecía. La psicología no parecía mala opción.




Junto a un amigo que pensaba en el mismo futuro profesional, quedamos en una cafetería con un psicólogo amigo de la hermana de éste, para ver si nos aclaraba. Nos habló con pasión sobre una profesión cargada de humanidad y con gran fúturo. Pero sospecho que lo que acabó de convencerme fue la ausencia de facultad de Psicología en Zaragoza. Ya nos veíamos mi amigo y yo corriendo aventuras sin el control familiar. ¡Qué horror, mis padres iban a tener que pagarme una vida universitaria fuera de casa si querían que fuera un hombre de provecho y feliz! Y así fue. Pero nuestros padres fueron más listos y precavidos que nosotros y él estudió psicología en Salamanca y a mí me enviaron a Barcelona, dichosos padres…cuando nosotros vamos, ellos vuelven.
Mientras disfrutaba de una vida como estudiante en Barcelona (con todo lo que eso conlleva) conseguí no sin esfuerzo, conocer y abrazar ésta disciplina llamada psicología.
Tras la licenciatura y el master, se acabó el cachondeo y volví a casa. No sin cierto susto ya que mi experiencia laboral no iba más a allá de las barras de algunos bares de copas. Fue entonces cuando por motivos personales me hice voluntario de la Asociación Española Contra el Cáncer, una de las decisiones más certeras de mi vida. Como voluntario estaba al cargo de una de las psicólogas de la asociación, pero por una baja hubo que sustituirla temporalmente, y lo que iba a ser una sustitución de un par de semanas, se convirtió en mi primer año ejerciendo como psicólogo. Mi contacto con el sufrimiento humano fue revelador, estrecho, e intenso, pero para nada trágico, morboso o doloroso. La Asociación (a la que estaré eternamente agradecido) me inyectó grandes dosis de respeto y delicadeza hacia el dolor ajeno, y una visión sana de la vida y la muerte, de la salud y la enfermedad.

Comencé entonces mi trayectoria como psicólogo en dependencias y adicciones en la Comunidad Terapéutica Argos, dedicada a la rehabilitación de toxicomanías y alcoholemias. La convivencia como medio para conocerse y resolver problemas emocionales me pareció un método tan duro como eficaz.

Esto me dio las tablas necesarias para mi siguiente reto, como educador en el centro socio-laboral Tamiz. Bienvenido al confuso y frustrante, pero también apasionante mundo de los adolescentes. El mundo de la continua competición, de la inseguridad por excelencia, de la incertidumbre, de los pensamientos absolutos y contundentes, el mundo en el que la intensidad de los sentimiento se multiplican por mil, del qué dirán, del no decir lo que pienso y del no pensar lo que hago, ese mundo en el que el adolescente siempre gana, pero el niño que lleva dentro siempre pierde.
Dos años más tarde, me surgió la oportunidad de plasmar mi variopinta experiencia profesional en Prisma (Proyecto de Rehabilitación Integral de la Salud Mental de Aragón), como coordinador de las actividades del hospital de día. Adultos y menores, dependencias, trastornos del estado de ánimo, de conducta, de personalidad, psicosis, neurosis…todo el espectro en salud mental, con tratamiento multidisciplinar coordinado: celadores, auxiliares de enfermería, enfermería, psicología y psiquiatría. Durante este tiempo diseñé un método de trabajo vivencial y experiencial, buscando actividades que cambiaran la percepción del que lo exprerimenta.

Hasta que me atreví a dar el salto del psicólogo autónomo, posición desde la que puedo usar las herramientas aprendidas como un servicio a la carta, de forma personal y cercana.

Una vez me dijeron en consulta: “los psicólogos sois a la amistad lo que las prostitutas al amor”, tras pensarlo un rato maticé: “o mejor dicho, los psicólogos somos al autoconocimiento lo que las prostitutas son al sexo, yo no soy un amigo a sueldo, sino un espejo donde mirarte”.

Y por encima de todo la profesión de psicólogo es lo que me motiva,apasiona y me hace feliz!