lunes, 19 de octubre de 2015

Aprendizaje empírico o por experiencia:"Vivencial"

Parafraseando a Benjamín Franklin, “Si me lo enseñas, lo olvido, si lo vivo, lo aprendo”, la forma en la que hemos aprendido a vivir, y el recuerdo de dichas vivencias, conforman nuestra forma de percibir la propia vida, por eso es importante seleccionar lo que queremos vivir.

Por medio de nuestros cinco sentidos y de nuestras propias emociones en la situación que vivimos accedemos a nuestro pensamiento. La creencia sobre uno mismo, el auto-concepto, y por tanto la autoestima son nuestros mejores guías y aliados a la hora de tomar decisiones.


                En cada momento, lo que percibimos de  los demás y nuestro entorno y nuestra relación con éstos, lo que decidimos hacer, las actividades hacia las que nos inclinamos, la música que escuchamos o la ropa que vestimos, son evidencias de nuestro pensamiento, que nos producen un sentimiento u emoción, y de ahí, una conducta.
A través de las sesiones vivenciales, podemos vivir situaciones nuevas y aprender de nosotros mismos siendo analíticos con nuestras propias sensaciones y emociones.
                B.Ll. de 42 años descubrió a través del diseño de la “banda sonora original” de su propia vida su tendencia a anclarse a un pasado idílico, y desnudar por tanto su melancolía.  También descubrió escalando su capacidad de tomar decisiones parado para dar el siguiente paso, de esforzarse para darlo y el orgullo de intentarlo y/o conseguirlo.
F. Ll. y B. de . 9,7  y 8 años aprendieron a través del juego que es más divertido jugar juntos para lo que hay que respetar unas normas que distan de jugar sólo como uno quiera.
                Lo que cada uno vive en las sesiones vivenciales, es evidentemente personal y único, por tanto la decisión de compartirlo también, y aprovecharlo para el aprendizaje es una responsabilidad de todos los implicados.

Si quieres mejorar/pulir algún aspecto de tu vida de una forma vivencial, te ofrecemos una visita gratuita para explicarte en que consiste y cuales son los Beneficios.


Juancho Pérez-Aramendía.
Psicólogo col. A-898

Martinez-Bardaji Psicología.

lunes, 8 de junio de 2015

Tú decides como quieres relacionarte con el mundo y como no, con tu hijo


Durante el taller de comunicación con adolescentes del pasado viernes 29 de mayo, en la asociación 3 y más, me pidieron pautas de conducta para con sus hijos adolescentes, mi contestación fue que la conducta inadecuada viene del malestar en cualquiera de sus formas, por tanto, debemos conseguir sentirnos de la mejor manera posible, y la conducta que fluya será coherente.

El pensamiento es previo al sentimiento, y no al revés. Nuestra conducta va precedida por el sentimiento, y consecuente por lo tanto con el pensamiento, al estar alineada con el pensamiento fortalece y confirma nuestra forma de pensar, y se reproduce el ciclo: PENSAMIENTO+SENTIMIENTO+CONDUCTA+PENSAMIENTO FORTALECIDO…





Para entenderlo de otra manera podríamos utilizar el siguiente símil: El pensamiento es la semilla, el sentimiento el árbol, y la conducta el fruto, que esconde una semilla similar. 


Expliquémoslo de otra manera: en nuestro pensamiento horneamos nuestro sentimiento, en nuestro sentimiento es donde sufrimos o disfrutamos, y en nuestra conducta evidenciamos lo que sentimos.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y el modo correcto, eso ciertamente no es tan sencillo” Aristóteles. Ética a Nicómaco.

¿Cómo hacer caso a Aristóteles? El autoanálisis frecuente de los sentimientos propios y la convicción de que éstos vienen provocados por mi propio pensamiento me llevan a la siguiente conclusión: “si no me siento todo lo bien que puedo sentirme en ésta situación, no estoy pensando todo lo bien que puedo pensar”.


¿Desde qué sentimiento quiero relacionarme con mi hijo/a?


Martinez Bardají Psicología

Nos importa tu Salud!

domingo, 26 de abril de 2015

Si volviera a empezar, sin duda me haría otra vez Psicologo.


 Iba a primero de B.U.P cuando empecé a darle forma a la idea de ser psicólogo, hasta la fecha, había querido ser misionero, bombero, profesor, piloto de cazas de combate…etc. Cierto es que vivía dentro de mí cierto deseo de ayuda a los demás por lo que el mundo sanitario me atraía, además de pertenecer a una familia vinculada a la salud. Sin embargo parece que mi cerebro se resistía a memorizar fórmulas de física, química o matemáticas y las ciencias no parecían ser su fuerte, y sin embargo estaba más cómodo entre los libros de filosofía, arte o historia. Mientras tanto, los fines de semana me acercaba a un convento para ayudar en su comedor social, ”¡el Robin Hood del siglo veinte!” Me decía mi madre (rondaríamos 1990, en aquella época). Por lo visto el auxilio al prójimo me ilusionaba y enorgullecía. La psicología no parecía mala opción.




Junto a un amigo que pensaba en el mismo futuro profesional, quedamos en una cafetería con un psicólogo amigo de la hermana de éste, para ver si nos aclaraba. Nos habló con pasión sobre una profesión cargada de humanidad y con gran fúturo. Pero sospecho que lo que acabó de convencerme fue la ausencia de facultad de Psicología en Zaragoza. Ya nos veíamos mi amigo y yo corriendo aventuras sin el control familiar. ¡Qué horror, mis padres iban a tener que pagarme una vida universitaria fuera de casa si querían que fuera un hombre de provecho y feliz! Y así fue. Pero nuestros padres fueron más listos y precavidos que nosotros y él estudió psicología en Salamanca y a mí me enviaron a Barcelona, dichosos padres…cuando nosotros vamos, ellos vuelven.
Mientras disfrutaba de una vida como estudiante en Barcelona (con todo lo que eso conlleva) conseguí no sin esfuerzo, conocer y abrazar ésta disciplina llamada psicología.
Tras la licenciatura y el master, se acabó el cachondeo y volví a casa. No sin cierto susto ya que mi experiencia laboral no iba más a allá de las barras de algunos bares de copas. Fue entonces cuando por motivos personales me hice voluntario de la Asociación Española Contra el Cáncer, una de las decisiones más certeras de mi vida. Como voluntario estaba al cargo de una de las psicólogas de la asociación, pero por una baja hubo que sustituirla temporalmente, y lo que iba a ser una sustitución de un par de semanas, se convirtió en mi primer año ejerciendo como psicólogo. Mi contacto con el sufrimiento humano fue revelador, estrecho, e intenso, pero para nada trágico, morboso o doloroso. La Asociación (a la que estaré eternamente agradecido) me inyectó grandes dosis de respeto y delicadeza hacia el dolor ajeno, y una visión sana de la vida y la muerte, de la salud y la enfermedad.

Comencé entonces mi trayectoria como psicólogo en dependencias y adicciones en la Comunidad Terapéutica Argos, dedicada a la rehabilitación de toxicomanías y alcoholemias. La convivencia como medio para conocerse y resolver problemas emocionales me pareció un método tan duro como eficaz.

Esto me dio las tablas necesarias para mi siguiente reto, como educador en el centro socio-laboral Tamiz. Bienvenido al confuso y frustrante, pero también apasionante mundo de los adolescentes. El mundo de la continua competición, de la inseguridad por excelencia, de la incertidumbre, de los pensamientos absolutos y contundentes, el mundo en el que la intensidad de los sentimiento se multiplican por mil, del qué dirán, del no decir lo que pienso y del no pensar lo que hago, ese mundo en el que el adolescente siempre gana, pero el niño que lleva dentro siempre pierde.
Dos años más tarde, me surgió la oportunidad de plasmar mi variopinta experiencia profesional en Prisma (Proyecto de Rehabilitación Integral de la Salud Mental de Aragón), como coordinador de las actividades del hospital de día. Adultos y menores, dependencias, trastornos del estado de ánimo, de conducta, de personalidad, psicosis, neurosis…todo el espectro en salud mental, con tratamiento multidisciplinar coordinado: celadores, auxiliares de enfermería, enfermería, psicología y psiquiatría. Durante este tiempo diseñé un método de trabajo vivencial y experiencial, buscando actividades que cambiaran la percepción del que lo exprerimenta.

Hasta que me atreví a dar el salto del psicólogo autónomo, posición desde la que puedo usar las herramientas aprendidas como un servicio a la carta, de forma personal y cercana.

Una vez me dijeron en consulta: “los psicólogos sois a la amistad lo que las prostitutas al amor”, tras pensarlo un rato maticé: “o mejor dicho, los psicólogos somos al autoconocimiento lo que las prostitutas son al sexo, yo no soy un amigo a sueldo, sino un espejo donde mirarte”.

Y por encima de todo la profesión de psicólogo es lo que me motiva,apasiona y me hace feliz!