Cuando un bebé aprende que aquello que ve y
huele y escucha puede cogerlo, lo primero que hace es querer comerlo, porque
quiere devorar la vida de la única manera que sabe. A partir de ahí el mundo es
su base de exploración. Suerte que suele haber alguien que se encarga de evitar
que un bebé no haga algunas cosas, de no ser así ese bebé moriría. Por suerte alguien,
vigila que ese bebé ingiera alimentos y no otras cosas y que no meta los dedos
en ningún enchufe entre otras cosas, porque el exterior de uno mismo tiene sus
peligros. Bienvenidos al mundo del NO, no, se puede hacer lo que quieras, no
puedes conseguir todo lo que quieres, porque te puedes quemar. Y gracias a él, al
no, puedes disfrutar del sí, concepto que ni siquiera existiría sin el propio
no.
Durante el adiestramiento de un
perro/mamífero el humano puede enseñar al animal lo que no debe hacer
ofreciéndole el premio por hacerlo bien, ya sea con algún tipo de chuchería o de
forma afectiva. De este modo, puede canalizar su energía para sentirse bien.
Evidentemente un bebé no es un perro pero el afecto es un premio para ambos,
como para cualquiera. Y negarle algo a un niño es para él dejarse de sentir
querido en ese momento, del mismo modo que siente la seguridad y protección de
cuando “sí” lo hace. Y yo no puedo valorar cuando me siento querido si no me
han dejado de querer alguna vez. Bendito “no”, que da sentido al “sí”.
A partir de ahí el bebé puede aprender que
hay de todo, lo bueno, lo malo, lo regular, y que todo tiene una forma distinta
con la que uno puede manejarse, y que a veces lo pasa mejor y otras peor. Y que
a veces incluso él puede decir que no. Y comienza a hablar, siendo capaz de
diferenciarse de los demás, y va apareciendo para sí mismo su propia identidad,
de ahí, que decir “no” sea tan estimulante para los niños, se diferencian de
los demás.
Mucho oigo hablar sobre el control emocional
como si en caso de ser posible fuera algo bueno. Si fuera posible decidir cuál
es la emoción que sentimos…¿quién sería el guapo que decidiría en un momento
dado sentir tristeza? nadie, ¿cuándo sería el momento adecuado para sentir
rabia? ¿o miedo? nunca, ¿A dónde iríamos a sentir culpa? A ningún sitio…y
dichas emociones quedarían extinguidas como los dinosaurios.
Nos
dedicaríamos a sentir seguridad, alegría, curiosidad etc. de continuo. El
sufrimiento emocional quedaría arrinconado y olvidado. Siempre bien,
emocionalmente satisfecho, bajo control. Por supuesto también desaparecerían
todas las conductas que conllevan un esfuerzo y que pretenden mejorar nuestra
situación, ya que estando ya satisfechos no nos moveríamos de donde estamos,
¿para qué? Además, dejaríamos de ser conscientes de dicho bienestar, ya que
todo se mide por comparación y sólo podemos valorar el disfrute si conocemos la
ausencia del mismo.
Por suerte existe el miedo y la seguridad, la
alegría y la tristeza, el orgullo y la vergüenza, la satisfacción y la
frustración, y lejos de poder controlarlo sí podemos gestionarlo, aprender de
ello y utilizarlo, porque todo tiene su función.
“Como es arriba es
abajo. Como es adentro es afuera.” La tabla de Esmeralda, circa 3000 a.C.
Juancho Perez-Aramendia Vidal
Psicólogo Infanto-Juvenil.
Martínez Bardají Psicología y Salud